La Luz de la Capital es la Mejor, ¿De verdad?
Una breve historia de voltaje rural, creatividad dominicana y cómo una línea de 138 kV cambió la percepción de la electricidad en el noroeste.
De los campos de arroz al mercado eléctrico mayorista
En algún momento entre el 2000 y el 2003, tuve mi primer debate sobre el Mercado Eléctrico Mayorista (MEM) con Don Ramón, un vecino agricultor de arroz en la frontera norte entre Republica Dominicana y Haití.
Con toda la seguridad del mundo, me soltó:
“Los problemas de electricidad aquí se acabaron, porque ahora traerán la luz directamente desde la capital. Esa sí es buena, no como la que se produce aquí en Dajabón.”
Y yo, con apenas 15 años y más campo que kilovatios en la cabeza, pensé: “¡Tiene razón! Porque en buen dominicano… capital es capital”, y aquí en Dajabón solo sabemos de agricultura y ganadería.
Cada vez que regreso a mi tierra natal, me asalta la misma pregunta: ¿Cómo terminé metido hasta el cuello en el mundo de los mercados eléctricos? Desde que tengo memoria, el servicio eléctrico en RD ha sido inestable. A veces por fallas técnicas (como la clásica “n-1” cuando cae una línea de transmisión o una central generadora), otras veces por razones presupuestarias. Limitar el suministro ayuda a reducir subsidios que llegan a representar entre 1-2% del PIB, según la Oficina Nacional de Estadística (ONE).
Pero si algo distingue al dominicano es la creatividad con propósito. En zonas rurales como Dajabón, los bajones de voltaje eran el pan nuestro de cada día, y las bombillas incandescentes parecían huevos medio cocidos: centro amarillo rodeado por una gran masa medianamente transparente. ¿La solución? Lámparas de kerosene, transformadores elevadores artesanales, y más adelante… ¡el famoso inversor! Sí, ese aparato que bien podría ser el abuelo de los sistemas de almacenamiento con baterías (BESS, por sus siglas en inglés) que hoy usamos con orgullo en la transición energética. Pero ese es un cuento para otro artículo…
Conectando los puntos
Pasaron los años y cambié las fincas de arroz por los pasillos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra en Santiago. Iba a ser ingeniero industrial, motivado por el boom de las zonas francas, pero terminé enamorado de la electromecánica sin saber bien por qué.
Fue ahí donde conocí al brillante profesor Alfredo Cuello Reyna, recién llegado de la University of Puerto Rico-Mayaguez y quien se convertiría en mi mentor. Después de varios años de cálculo diferencial, métodos numéricos, y sufrimiento en el valle de la muerte del departamento de ingeniería electromecánica, el profesor Cuello me ayuda a entender que los niveles de voltaje en un sistema eléctrico de potencia están correlacionados con el aporte de Potencia Reactiva y que se compensa a nivel local con la capacidad de las máquinas sincrónicas para ajustar el factor de potencia de la energía que inyectan a la red. Agotado de verlo innumerables veces en el pizarrón, finalmente lo asimilé con los ojos del entendimiento y no solo con los ojos de la cara, como bromeaba otro profesor pintoresco de la época.
Steve Jobs decía que es más fácil unir los puntos hacia atrás, y descubro que en Dajabón siempre había problemas de voltaje cuando no operaba la Central Dajabón, la cual tenía motores de combustión interna en base Diesel (“Gasoil”) con dificultades para el abastecimiento de combustible. Si la central no funcionaba, que era lo típico, todo caía en los hombros de los cambiadores de derivación (“tap changers”) en transformadores que operaban a 69 kV, 34.5 kV o 12.5 kV, ya que invertir en bancos de capacitores para compensación reactiva no era muy popular.
Entre 2000 y 2003, la Empresa de Transmisión Eléctrica Dominicana (ETED) tomó una decisión transformadora: cerrar el anillo del noroeste con una línea de 138 kV (Navarrete–Montecristi–Dajabón–Stgo. Rdgz.–Monción–Mao). ⚙️ Eso no solo mejoró el voltaje en toda la región, sino que trajo consigo algo inesperado…
138 kV: la vuelta eléctrica que cambió todo
Cuando por fin se energizó la “línea” de 138 kV, muchos vecinos perdieron televisores, abanicos, entre otros electrodomésticos. ¿La razón? Dejaron conectados los transformadores elevadores caseros, que no tenían capacidad automática de regulación.
Aunque fue doloroso, entendimos algo fundamental: el problema no era la calidad del MW generado en Dajabón, sino la infraestructura deficiente del Sistema Eléctrico Nacional.
Una mejor red de transmisión reduce la distancia eléctrica (no física) entre oferta y demanda, y mejora la calidad del servicio.
Y no, los electrones no llegan con acento capitaleño ni con camisa del Licey. La electricidad es un commodity… y lo que importa es cómo llega, no de dónde viene.
Reflexiones Finales
1. La educación es el voltaje del futuro. Necesitamos programas que ayuden al cambio cultural de la ciudadanía respecto al sector eléctrico.
2. Las inversiones en infraestructura son invisibles hasta que fallan. El CAPEX en líneas, subestaciones o automatización no se ve… hasta que se va la luz.
3. Hay beneficios que no caben en un Excel. Mejor voltaje, menos pérdidas, más seguridad energética y una mejor calidad de vida.
Sobre el autor
Edy Ernesto Jimenez Toribio es Ingeniero Eléctrico de la PUCMM y actualmente VP Comercial de AES Dominicana.