Frente a Sambil, donde uno de los pasos a desnivel vuelve a la superficie, cinco agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte (Digesett) se encuentran esperando en fila, uno detrás de otro.
Un motor empieza a asomar a la superficie. Es entonces cuando los agentes se despliegan en horizontal, detienen el tráfico, ordenan al conductor del motor que se desmonte y remolcan el vehículo hasta la acera. Luego, el tráfico retoma la normalidad.
Allí, en la sombra de uno de los árboles de la John F. Kennedy, un camión con remolque almacena diez motores. Todos ellos han cometido la misma infracción: circular por el paso a desnivel. De allí los llevan a diferentes centros de retención.
Hay uno en la Independencia (frente al Palacio de Bellas Artes), uno en Villa Mella y uno en la autopista de Samaná.
Infractor con cuidado
Son las 10:00 a.m. y los agentes buscan su última pesca para acabar de llenar el remolque. No pasa mucho tiempo y el casco de un motorista empieza a asomar por la carretera. Los agentes se despliegan y le retiran el vehículo.
Él, al igual que la mayoría de infractores, se metió en el elevado porque quería llegar más rápido. «Fui indiscreto. Me metí por aquí en el elevado con desespero porque me están esperando por un servicio», dice.
«Fui infractor, pero hice la infracción con mucho cuidado«, finaliza.
Sin embargo, su conducción cuidadosa e ilegal no le libró de quedarse sin motor. Pero, ¿es legal que los agentes le retiren el motor?